Dos preguntas para comenzar la charla y hacer reflexionar en un inicio: ¿Por qué una misión? ¿Quién y cómo es un misionero? (Hacer una introducción teológica: toda misión viene del Padre, que primero ha enviado a Su Hijo al mundo para salvarlo, y envió luego al Espíritu para guiar y acompañar a la Iglesia. Por esto, todos los que pertenecemos a la Iglesia, todo bautizado, es un misionero en potencia y debe serlo de hecho. Es por ello tan importante el llamado a la misión, pues se trata de la salvación de los hombres, y es a esto a lo que estamos llamados.) Antes que todo debemos tener claro que el misionero, antes que nada, necesita tener un encuentro con Jesucristo. No puede ir a la misión un presunto evangelizador que primero no haya tenido este encuentro personal y transformador con Jesús. Pues el centro y contenido de nuestro mensaje es el mismo corazón de la Buena Nueva: el Kerigma. Este es el primer anuncio de la Buena Nueva que nos salva y sigue salvando eficazmente a los que reciban la palabra, de la cual seremos portadores. Lo necesario en un misionero es que se sienta llamado, no perfecto. Dios se encarga de hacer fructificar los dones que puedan estar escondidos en un misionero si éste se confía a Él. A la misión no vamos de vacaciones, vamos de MISIÓN. Por eso, es bueno ir con toda la buena disposición y sencillez de un apóstol del Señor: ir liviano de equipaje, evitando las cosas superfluas que harán estorbo más que ayuda en la misión. Buscamos misioneros que sean des-complicados para hospedarse. Recuerden que nos hospedaremos en casas que no tienen las mismas características que las nuestras. Eso supone que nos bañaremos en baños ajenos, dormiremos en camas ajenas, etc. ¿Cuáles serían entonces algunas características esenciales de un buen misionero? Ser alegre, entusiasta y optimista (ha de explicarse cada uno de estos términos). El mensaje ha de ser claro, preciso y contagioso. Los misioneros deben ser “todo terreno”: con panza de puerco (para comer cualquier cosa), con pata de perro (para andar y desandar sin cansarse) y con lomo de burro (para estar hábil a la hora de ayudar activamente con la caridad). Tener en cuenta que para aceptar a alguno a la misión hay algunas condiciones físicas (sobre todo de salud) mínimas y necesarias que no podemos que no podemos pasar por alto. Se requiere energía para caminar y hablar (predicar) mucho durante las jornadas de misión. Recuérdese que al menos hay tres días de misión muy intensos, los que anteceden al Triduo Sacro (lunes, martes y miércoles santos). Es necesario que los misioneros cuenten con la madurez necesaria para trabajar en equipo, en grupo. A la misión no vamos para hacer “nuestra misión” personal, sino la misión de la Iglesia. Seremos el rostro de la Iglesia católica en estos sitios. Que no tengan vergüenza para hablar en público. En ocasiones hay algunos que, por no vencer esto, se ven en aprietos a la hora de misionar de casa en casa, en plazas, parques, etc. El respeto a las distintas confesiones religiosas o creencias con que nos encontremos también es requerido. Capacidad de diálogo, comprensión, ecumenismo. El modo de vestir es algo esencial. Las personas a las que vamos a misionas son muy sensibles al modo en que se presentan los que no son del pueblo, de la zona. Es bueno que nuestro testimonio implique también una forma de vestir adecuada, digna, que no deje nada malo que pensar. Esto no significa que ignoremos la sencillez, sino que quienes nos vean puedan reconocer en nosotros verdaderos cristianos, gente de iglesia. Sería bueno recordar las virtudes que san Vicente dejó a sus misioneros: sencillez, humildad, mansedumbre, mortificación y celo (explicarlas). Y por último dos cosas:
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AutorRubén de la Trinidad, misionero católico de la Congregación de la Misión (Padres Paúles). Cubano, estudiante de Teología. ArchivosCategorías
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