Hoy día es impensable la vida sin los medios de comunicación. Nos hemos apoderado de ellos y ellos de nosotros. No se concibe una sociedad sin los adelantos de las telecomunicaciones. El internet, la gran red de redes, con todos los medios posibles para acceder a él, como celulares, computadoras, tablets, etc., parece ser irrenunciable en la vida del hombre actual. Tenemos la información jamás pensada o imaginada antes, al alcance de nuestra mano, en nuestro bolsillo. El móvil nos conecta simultáneamente a gente que está literalmente del otro lado de orbe. Es posible que una madre pueda tener una video-llamada con dos o tres de sus hijos a la vez, aun cuando éstos se hallen en lugares o países distantes. Y esto no más que una actividad entre otras, que simultáneamente realiza un ordenador, bajo nuestras órdenes.
Cada vez hay menos distancia en este mundo globalizado e interconectado. ¿Quién puede negar que el internet y los medios de comunicación son los mejores inventos de los que casi todos podemos gozar hoy? El que lo niegue, que lo demuestre prescindiendo de ellos un solo día… Sin ellos, ya nada funcionaría con la inmediatez a la que nos hemos acostumbrado: noticias, economía, teletrabajo, el ámbito político y social, los eventos culturales, meteorología, la información de bibliotecas virtuales cuyo contenido físico sólo sería accesible con un boleto para volar miles de kilómetros a otra latitud, son unos pocos ejemplos. En nuestra etapa de formación como seminaristas, toda esta tecnología puede y debe ser ventajosa. Pero desgraciadamente las redes sociales también se han convertido en una trampa para las masas, en una verdadera red adictiva. La red que antes extendimos nosotros a nuestra voluntad, se ha vuelto la red en la que hemos caído, una red de entretenimiento y enajenación. ¿Qué debemos hacer, entonces, como seminaristas, llamados a la misión y evangelización entre los más pobres? Yo soy de los que comparte la opinión de que si San Vicente de Paúl y los primeros misioneros de la CM hubiesen contado con los medios de los que disponemos ahora, nunca los habrían ignorado, antes bien los habrían utilizado poniéndolos al servicio de los pobres, de la misión, de la formación del clero y de la propagación de la fe. Recordemos que San Vicente, según se estima, escribió unas 30 000 cartas, de las que solo nos han llegado 3 000. Nunca podríamos imaginar qué habría hecho el mismo Santo con un ordenador, pero definitivamente su obra habría tenido un alcance mucho mayor. Como hemos visto, los medios son necesarios y sería poco inteligente desaprovecharlos. Pero, ¿son en la vida de los estudiantes un instrumento de crecimiento siempre? No. Está claro que el mismo internet, que a la distancia de un clic, te provee una enciclopedia de Teología, puede igualmente introducirnos en terrenos de diversión insana, nociva, banal, chatarra. No todo lo que está en los medios es verdadero, ni provechoso, ni edificante. Se requiere de un discernimiento y una fuerza de voluntad, propia de cristianos maduros o mínimamente ejercitados en ciertas virtudes, para salir al paso de la banalidad y malignidad que circulan en las redes, y que en tantas ocasiones se hacen virales. Concretamente debemos alcanzar una disciplina que nos garantice una libertad y una saludable indiferencia frente al excesivo uso de estos medios. El ponerse ciertas metas o normas personales en la utilización del internet puede ayudarnos a mantenernos a salvo. Unos amigos me ha compartido algunas de sus medidas para rendir más en los estudios, por ejemplo:
En fin, la creatividad nos puede ayudar a crear sencillos métodos para regular nuestra eventual adicción a los espacios virtuales y seguir siendo dueños o dominadores de los medios, y no viceversa. Los nuevos tiempos siempre colocarán un reto ante nosotros. La actitud madura nunca será evadir los retos, pero para asumirlos y vencerlos se necesita la disciplina de la fortaleza, la templanza y la prudencia. Empecemos desde ya a poner todos los medios posibles al servicio de la misión y de nuestra propia formación.
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AutorRubén de la Trinidad, misionero católico de la Congregación de la Misión (Padres Paúles). Cubano, estudiante de Teología. ArchivosCategorías
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